viernes, 1 de febrero de 2008

Fofito, el comienzo.

Venga joven amor… no te andes más por las ramas y cuéntanos la historia de Fofito –dijo Clueca-

Está bien, -respondí- os contaré mi testimonio:



Los caminos de la felicidad siempre son tortuosos, como si de un bosque oscuro se tratara, las ramas caídas, una senda casi borrada por el paso del tiempo, una débil neblina que fluye en el ambiente, un ave rapaz, en la lontananza haciendo su característico graznido…

Lo veo, lo veo, Joven Amor –matizó Macaria- Continúa con la historia.

Pues bien, una mañana como otra cualquiera, me encontraba yo tranquilamente en mi casa desplumando a una gallina para hacer caldo, cuando llamaron a la puerta.

¿Quién sería? Esta pregunta fue lo primero que vino a mi mente, la vecina a la que le debía un cartón de huevos y una ristra de chorizo desde hacía ya bastante tiempo… ¡no! No podía ser ella, mi gentil culito, en un acto de gallardía se los había devuelto. ¡Culito, ese hombre…!

¡Anda Joven Amor sigue con la historia que todas sabemos ya que Culito es un sinvergüenza! – me increpó Clueca.

-Está bien. Continúo. Me dirigí rauda y veloz como una gacela hacia la puerta, cogí el pomo con todas mis fuerzas y ¿a que no sabéis lo que pasó?

¡No!, ¡Qué pasó!- me preguntaron con intriga al unísono Macaria y Clueca

Que la abrí, obviamente... Y cuál no fue mi sorpresa cuando vi ante mí a un hombre de mediana estatura con un complemento en la nariz un tanto perturbador.

¡Hola! – me dijo muy amablemente- Mi nombre es Fofito, de la compañía Fofito Salud , somos Payasos.

Ah, encantada – le respondí- la verdad es que no me suena ¿a qué se dedican ustedes?

Muy sencillo señorita –me dijo el gentil hombre- seguros médicos.

¿Ah si? – respondí un poco extrañada.

Claro, claro, señorita –continuó el muchacho- tenemos Fofito Dental, Fofito Autónomos, Fofito Accidentes, Fofito Hospitalización, y por supuesto nuestro producto estrella ¡Fofito Sorpresa!

¿De veras? – Le dije- ¿y en qué consiste ese producto?

Muy sencillo señorita, según varios estudios de la Universidad de Albama y Wisconsin de los USA, las pequeñas alegrías, aportan más vitalidad y por tanto alargan la vida y mejoran la calidad de la misma. Igualmente estos estudios puntualizan, que aún más, las fiestas sorpresas con Payasos, crean unas endorfinas en la zona del lóbulo temporal del cerebro, que a su vez provocan que el individuo posea una salud más fortalecida.

Vaya, vaya, - comenté muy sorprendida- y ¿Cuánto cuesta?

-No se preocupe por el dinero señorita, el que gasta en salud invierte en su propia vida. No tiene algún pariente, algún ser querido al que quiera impresionarlo de verdad, hacerle un regalo verdaderamente útil.

-No sé, No sé, quizás a mi novio, Culito, le podría interesar…

-Por supuesto señorita, seguro que a su novio Pedito le va a encantar.
-No es Pedito, se llama Culito - le corregí.
-Claro, claro, Culito... él seguro que sabrá apreciar sin duda un regalo de estas características. Aquí le dejo mi tarjeta para que usted se lo piense, y recuerde…. ¡el que gasta en salud, invierte en su propia vida!






martes, 22 de enero de 2008

La historia de Fofito

Fofito, es casi un chico normal, pero hay varios detalles que lo convierten en una personalidad curiosa y por tanto de estudio obligado.
Como ustedes habrán adivinado Fofito es un payaso.

Venga Joven Amor… - dice Clueca- eso no te lo crees ni tú. ¡¡Nadie puede llamarse así!!
Como que no – respondí- acaso no te acuerdas de Hueso rancio y Culito, no son nombres muy comunes, pero ahí los tienes.
Es cierto… - añadió Macaria- pero que tendrá que ver un payaso en esta historia, la verdad es que no lo entiendo.
Muy sencillo –respondí- Fofito es el payaso que contraté para la fiesta sorpresa que preparé a Culito el día de su cumpleaños.
¡¡Pero Joven Amor… como hiciste eso!! – me increpó Clueca- si no nos avisaste. Además con lo mal que se porta contigo Culito, y vas y le preparas una fiesta sorpresa… ¡¡¡desde luego esto es insólito!!! Encima de tonta, mala amiga… a quien se le ocurre semejante cosa… una fiesta sorpresa, y encima con payasos… a mi no me gustaban ni cuando tenía cinco años, imagínate con nuestra edad…

Venga Clueca… no seas tan dura conmigo –le dije- ya sabes que Culito es el amor de mi vida, tenía que prepararle algo divertido y especial… y ya sabes… no se me ocurría nada… así que bueno, pensé que quizás lo del payaso podía resultar tierno.
Si querías prepararle algo tierno – puntualizó Macaria- , deberías haber hecho un buen guiso de hígado blanco con cebolla y entonces si que le hubieras llegado al alma…
Sí más bien a los pulmones, respondí yo. Además no me hables más de ese tema que me pongo mala.
¿Qué tema es Macaria? – preguntó Clueca- anda dime, dime…
Pues nada, que un día fue Joven Amor con una amiga suya, Belleza Total, a un restaurante muy chic, y pidieron el plato del día. A que no sabes que le pusieron de menú…
Pues no la verdad es que no lo sé –dijo Clueca-
Ellas tampoco – respondió Macaria- todavía tienen la duda si era animal, cosa o persona, un dilema chica… un dilema.
-¡¡Pero como que no lo sabían!!, ¿¿no estaba en la carta??
-Qué va… era un restaurante francés y ya sabes les dio cosa preguntar. Ellas pensaban que era carne, pero era muy rara… tras muchas y variadas elucubraciones, llegaron a la conclusión de que eran pulmones, o en su defecto pene. En cualquier caso no sabían de que. Estaban barajando varias posibilidades, o bien podía ser pulmón de pichón o pene de hormiga… de todas formas no volvieron a ese restaurante ni a probar la comida francesa, que ya se sabe que los gabachos son muy raros y ya… no se fían.
-Cielos –dijo Clueca- me has dejado consternada, habrá que tener cuidado con esas cosas ya no puedes ir ni a los restaurantes chics… ¡¡qué susto!!

-Bueno, bueno,-dije yo- cambiemos de tema… que nada más de recordarlo me pongo mala, teníamos que haber ido aquel día a casa de Igórigue, que él si que nos pone comida buena de verdad… todavía recuerdo la tortilla de patata, y los pinchos … uhm.

- Joven Amor… - dijo Clueca- no te andes más por las ramas y sigue con la historia de Fofito.


Le plat du jour...

viernes, 19 de octubre de 2007

Y la vida continúa...

Queridos amigos y fieles seguidores de mi blog: este año comenzamos una nueva etapa, una etapa cargada de sorpresas, desenlaces, vueltas a escena y nuevas incorporaciones que espero os agraden.

En esta temporada viviremos el desenlace de la terrible historia de culito… sí, aquella alma que no nos dejó dormir por las noches, con todos sus compinches: Macaria, Clueca, Igórigue, La Costra…

De la misma manera llegará el momento de verse las caras… EL REGRESO DE HUESO RANCIO.

Y por último Black Grapes, con el cual descubriremos que el buen vino no siempre sale de uvas negras… el más déspota y oscuro de los hombres entrará en nuestras vidas.


¿De verdad creéis que estáis preparados?





jueves, 25 de enero de 2007

Mis dos Grandes historias de amor. Introducción:








Me ha costado mucho sacar el valor suficiente para afrontar todo lo pasado, pero esa fortaleza me va a ayudar a compartir mis experiencias con todos vosotros. Mi historia será también vuestra.
Todos somos parte de esta historia porque todos hemos tenido un hueso rancio y un culito en la vida.
Lo más triste es que Hueso Rancio y Culito son personas auténticas que tienen otros nombres pero para salvaguardar una intimidad que no se merecen, las denominaremos así.
Hueso rancio es un chico.
Culito también.
Pero resumen a todos los hombres.



Mis dos grandes historias de amor.

I. Culito: El primer encuentro.

Era una tarde de invierno, las gotas de lluvia caían sobre las hojas, creando una atmósfera mágica, casi alquímica. Un viento frío helaba mi frente, y para no continuar con tan angustioso trance, decidí guarecerme en una pequeña fonda por todos conocida.

Decidí entrar en calor, bebiendo un poco, no sabía muy bien si esto era debido al frío, o a la soledad que me albergaba. Hacía ya muchos años… desde mi primer gran amor Hueso Rancio, y aunque todo formaba parte del pasado, el dolor a veces renacía.

Sin saber porqué, de repente mientras ahogaba mis penas, miré hacia atrás y lo vi: allí estaba un hombre, alto, fornido, cara de lelo (pero guapo) y que al igual que yo no pudo desviar la mirada. El destino nos había unido aquella tarde. Se acercó a mi y me dijo:


-Hola me llamo Culito, ¿quieres una cerveza chata?.

Tengo que admitirlo, su saber estar y su locuacidad, me llegaron al corazón instantáneamente..., si..., notaba como el amor llegaba y yo, ¡oh dios mío!, no podía resistirme.

Estuvimos hablando… mucho, hasta que agotamos la última gota de cerveza de la pequeña fonda, y debo decirlo su conversación llegó a tales límites, que a veces pensaba: ¿será filósofo, tal vez? O ¿es que estoy borracha?. Yo lo escuchaba, y notaba como mi corazón bullía dentro.

Ya era tarde, muy tarde y el ambiente comenzaba a calentarse. La gente a nuestro alrededor se encontraba ya casi semiinconsciente. Yo me encontraba mal había bebido mucho y la cerveza ya se sabe que aligera, por lo que rauda me dirigí al servicio sin mediar palabra. Tras unos minutos, volví y cual fue mi sorpresa cuando me encontré la mesa vacía. Él no estaba. En su lugar encontré un hermoso pliego de papel higiénico que decía:



Nuestra separación es sólo momentánea.
Te espero mañana en esta misma fonda.

Fdo: Culito.











II. Culito: El reencuentro.







Volví sola caminando a mi casa. Me invadía la nostalgia. Él me había dicho que al día siguiente nos veríamos, pero sería cierto… o ¿quizás me estaba engañando?. Si no hubiera bebido tanta cerveza, y no me hubiera marchado, quizás ahora estaría aquí con él a su lado, caminando los dos, uno junto al otro. De repente comenzó a nevar, había descendido la temperatura… también dentro de mí. ¿Sería este el definitivo o solo una oscura sombra infame como hueso rancio?. Llegué a mi casa, y enseguida me acosté quería que ese día terminara rápido para que pronto llegara mañana, un mañana, quizás un futuro con Culito.













Mi sueño fue ligero, tuve pesadillas y en mitad de la noche me desperté gritando:





- ¡Culito, dónde estás culito, por qué no te veo!.

Finalmente pasó ese día y comenzó el día de la cita, con bríos y no sin cierto recelo, me dirigí a la pequeña fonda. Todo era ya un poco diferente, era viernes, y la música sonaba fuerte, al mismo ritmo que mi corazón, miré con mucha atención pero no lo veía. Me acerqué a la barra y pedí una cerveza mientras esperaba.


La espera fue larga, él no llegaba, y otros hombres se acercaban e intentaban hablar conmigo, pero yo solo tenía ojos para mi gentil culito.


Al final llegó, estaba mojado por la lluvia y muy guapo, él se disculpó diciendo:


- Perdona chata, pero es que me estaba retocando el maquillaje.

Yo no le comprendí pero no quise parecer entrometida y no le pregunté. Más tarde conocería la gran mentira, que culito, aquel chico con cara de lelo y locuacidad sin medida escondía. Una gran mentira, que cualquiera hubiera visto, pero yo en esos momentos estaba cegada por el amor.

Aquella noche me invitó a cenar, y estuvimos hablando todo el tiempo, entre plato y plato, entrelazábamos las manos. Me contó que él estaba de paso, y que vivía en otra ciudad al oeste, eso me entristeció un poco, pero creí que todo saldría bien. Por lo menos sabía que le gustaba mucho estar conmigo.

Cuando salimos del restaurante, me cogió en sus brazos, y me besó, acto seguido me dijo:

- Chata, ven a mi posada, deja todo por mí.


En ese momento recordé otros tiempos, otros años … los años de hueso rancio…


Bajo su aspecto de joven promesa del mundo de las artes se escondía un alma tan oscura como el agua de un cocido sin espumar, insaciable en su falta de respeto hacia los sentimientos ajenos y sobre todo un ególatra, narcisista sin freno y por desgracia casi sin pelo.

Quiso arrastrarme al igual que Culito a una posada maloliente. Aquella covacha inmunda, quiso engañarme y después convertirme en una más en su lista de jóvenes deshonradas….pero esto ocurrió mas tarde.

Mi historia con hueso rancio empezó como un amor de verano, lleno de tardes calidas y noches tórridas, pero igual que una tormenta de estío, su verdadera naturaleza se manifestó de manera irremisible. Como un trueno que precede a la lluvia sus atenciones precedieron a su maldad.



Al principio todo era amor, coquetería y diabluras. Él me agasajaba con un sinfín de chucherías y objetos dispares como una vieja gramola sin manivela. Tengo que reconocer que me pareció romántico, pero más tarde cuando me regaló un pendiente sin tuerca empecé a sospechar, y más aún cuando se presentó con una cajita que contenía una prótesis dental con un colmillo de oro. Después comprendí que el oro no era auténtico, sino un simple baño y eso me dolió. Aún así, pensaba que era un joven imaginativo, divertido y especial...hasta que descubrí la verdad.

Un día sin previo aviso, se presentó la policía en mi casa y fue entonces cuando entendí todo. Él trabajaba para una casa de empeños, mis regalos los robaba, quitándole a la gente la oportunidad de recobrar sus recuerdos y su vida intima. Lo habían descubierto y lo habían despedido. Esa joven promesa de las artes era solo un simple ratero vergonzante. Si, así era hueso rancio…y otras muchas cosas.

El escándalo de los robos llego a la opinión pública y me vi inmersa en una situación odiosa y comprometida. Estaba relacionada con un simple caco, un caco malo y ahora también sin trabajo. Empezó a vagabundear…y mi ayuda ya no le podía servir de nada, pues ahora su alma oscura necesitaba ayuda profesional.









III. Culito: el momento mágico.














Qué iba a hacer, pues si en verdad lo amaba…decid entonces, ¿cómo yo iba a negarme?.

Caminamos de la mano, todo el tiempo hacia nuestro tórrido destino, poco a poco, nos íbamos alejando más y el camino se hacía más oscuro. Sinceramente no sabía a dónde me llevaba, pero yo me dejaba guiar (entre otras cosas porque el camino era sinuoso y mi vista no alcanzaba más allá de mi puntiaguda nariz). Trascurrido el tiempo, distinguí una luz verde lejana, era el luminoso del lugar que así decía: “Posada el Trompo”. Girando, girando, usted saldrá disfrutando.

Pasados pocos minutos llegamos, y mi gentil culito, me cogió en brazos para cruzar la puerta (giratoria, claro). Bueno, fue por gentileza, y porque había un gran charco en la puerta (en esa zona de la ciudad no había alumbrado ni asfaltado, pero aún a la falta de estos pequeños menesteres las gentes vivían contentas).

En cuanto entramos el recepcionista nos atendió muy amablemente.

- Señor Culito aquí tiene la llave de la 323.

La verdad es que la posada no tenía ascensor, pero mi hombre me llevó a caballito los tres pisos…¡qué recuerdos! mi Culito fatigado y yo diciéndole:

- ¡Ánimo Culito, Ánimo, no te detengas!

Por fin, llegamos a la 323.

No puedo describir con simples y burdas palabras lo que sentí aquella noche… fue absolutamente inolvidable.

Era ya muy tarde yo descansaba acurrucada al lado de culito. Sin saber cómo ni por qué, de repente me surgió una duda, si la duda…por lo que le dije:


- Culito: soy muy feliz, pero realmente no se nada de ti, no se quién eres… no se ni siquiera si realmente… ¿tú me quieres?

A esto, culito se levantó presto de la cama alzó una mano al cielo, la otra se la puso en el pecho y exclamó:






Mi culito es azul, y cuando ríe
Su tacto suave me recuerda
El trémulo fulgor de la mañana
Que en el mar se refleja.

Mi culito es azul y cuando llora
Su redondez se acelera
Como una manzana cogida
Del jardín de la vecina.

Mi culito es azul y si en el fondo
Como un punto de luz radia una idea
Me parece en esta posada inmunda
La luz de una perdida estrella.

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¿A Quién Ama Culito?



¿A quién ama culito?, dices mientras clavas
en tu mirada mi culito azul.

¡A quién ama culito! ¿y tú me lo preguntas?
Mi amor eres tú.






IV Culito: la despedida.




¡Qué palabras tan hermosas, qué locuacidad sin medida, mi Culito era poeta! Y de los buenos. Y ahora qué iba a responderle, nada que dijera iba a estar a la altura de sus divinas palabras…pero de pronto se me encendió la lucecilla… ¡sí!, ya lo tengo…

- ¡I love you Culito!

Llegó la mañana, y con ella el día de partida de mi amado. Lágrimas amargas corrieron por mis mejillas solo de pensarlo. ¿Qué iba a hacer yo sin mi Culito?
Él intentaba consolarme, pero no lo conseguía:

- Venga, chata, no llores, nos veremos pronto, ahora estoy muy ocupado, pero dentro de tres meses tendré algo más de tiempo y a lo mejor podremos vernos…

- Culito como puedes decirme eso, yo te necesito, tres meses es mucho…

- ¡Que va chata, si pasan volando, ya verás como cuando te quieras dar cuenta ya estamos otra vez juntos!

- No, Culito, no, eso no es verdad. Hoy es sábado, porque no te quedas hoy también, así por lo menos estaremos unas horas más juntos.

- Esta bien chata…tú ganas, me quedo.

¡Ay, mi gentil culito, siempre pensando en su amada, que cantidad de esfuerzos hacía para satisfacer mis caprichos de chiquilla!

Él tenía que ir a trabajar, por lo que nos despedimos pero no fue una despedida auténtica, fue un ¡hasta la vista!

Qué feliz era. El cielo era más azul que nunca, los pájaros cantaban brillantes melodías, hasta cuando iba a coger el autobús de vuelta y tuve que correr para no perderlo alcé la mano y el autobusero se esperó. Definitivamente ¡Hoy era mi día de suerte!

Llegué a casa, contando los minutos para nuestro reencuento. Solo podía pensar en eso.

Sobre las dos de la tarde, me encontraba calentando unos callos para la comida, cuando sobresaltándome, de repente, escuché un mensaje en mi móvil. ¿Quién sería? ¿La vecina a quien le debía un cartón de huevos y una ristra de chorizo desde la semana pasada? No, no es posible, no tenía mi número. ¿Quién sería entonces?

Me acerqué vacilante y con temor a la mesa donde estaba el móvil, lo sujeté entre mis manos y leí:

- Tiene un mensaje nuevo.

Rezando para que no fuera la vecina (que nunca se sabe), y llenándome de arrojo, lo abrí, así decía:

- El infortunio nos acecha. Me ha llamado la casera y me ha dicho que se ha roto la plancha. Mi presencia allí es indispensable, debo marcharme ipso facto. Cuando llegue te llamo. Lo siento chata, nos veremos pronto. Culito.

Casi me desmayo de la impresión. Vaya, que contratiempo, la plancha, ese pequeño electrodoméstico al cual nunca le echamos cuentas. Pobre Culito, tener que separarnos y encima este duro golpe… Tengo que ser fuerte y resistir.

Aunque se me nublaba la vista, escribí una respuesta para animarlo:

- Culito, la vida nos ha dado una bofetada, pero yo se que juntos, pondremos la otra mejilla. Aquí te espera, tu amada.











V Culito: la espera.




¡Qué momentos más amargos…! De la euforia, a la más inmensa de las penas. Mi corazón llora en silencio, mientras de mis ojos no se desprende ninguna lágrima. Por el momento, solo puedo esperar la llamada de Culito…

Cansada, cansada de esperar decidí dormir la siesta, para que el sueño pudiera repararme y así estar fresca cuando mi amado llamara.

Comencé a soñar, cosas horribles…como que mientras dormía se me caía el riel de la cortina encima y luego era atrapada en ella como si fuera una red. Comenzaba a gritar, pero la vecina resentida no acudía en mi ayuda (además de eso, de mala persona, era de la Hermandad del puño cerrado, que el chorizo era casi todo tocino). El teléfono comenzaba a sonar, y no podía salir de dentro de las cortinas, me agitaba, y sollozaba, como una mosquitilla, atrapada en la red de una viuda negra (esa era mi vecina) más, más y más. El teléfono seguía sonando y yo me revolvía, hasta que llena de valor grité:

- ¡Vecinaaaa, te prometo que si me socorres te devolveré los huevos y el chorizo!

Me desperté con mis propios gritos, y el teléfono continuaba sonando. Rápidamente me levanté y cogí el teléfono:

- ¿Mande?



- ¡Hola chata, soy culito!



- Culitooo, hola, ¿como estás?, ¿se ha solucionado todo? ¿y la plancha?



- Bueno chata, no quiero esconderte la verdad. La he llevado al técnico, pero me ha dado muy pocas esperanzas, es posible que no pase de esta noche…



- Oh, Dios mío Culito, que fatalidad…

- No te preocupes, chata, ahora para mi lo más importante eres tú, aunque esta fatalidad nos ha sorprendido, yo se que lo nuestro va a salir adelante. No nos debemos dejar amilanar por las adversidades, sino hacer nuestro amor más fuerte…esto no es el final, sino el principio de toda una vida juntos…







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Culito viajaba mucho, continuamente marchaba de un país a otro: Italia, Alemania, Irlanda, Polonia, Austria…
Su próximo viaje era a Estocolmo, por eso no podía venir a verme. La verdad es que me sentía triste, por lo que decidí llamar a una amiga.

- Macaria, soy yo, ¿qué tal estás?

- Bueno, ya sabes, desde que me pillé las dos manos con la tapa del piano, pues voy tirando…



- Vaya Macaria, no te preocupes, eso no es nada.



- Bueno, y a ti ¿qué tal te va con Culito?



- Uff, pues por eso te llamaba, se ha ido a Estocolmo de viaje, y no nos vamos a poder ver.



- No se amiga, hay algo de tu Culito, que me escama, es muy esquivo, ya sabes… yo creo que esconde algo.



- Tú crees, no sé, yo creo que él es sincero, él me quiere…



- Amiga, he oído rumores…yo creo que guarda un gran secreto.

- Bueno, quizá tengas razón Macaria. Tú siempre me has dado muy buenos consejos, lo pensaré. Muchas gracias, estaremos en contacto.






Al día siguiente me levanté con fuerzas como para hacer cualquier cosa. Me puse mi gabardina color hueso que me había regalado Hueso Rancio, un pañuelo y las gafas oscuras.

Bajé las escaleras con cuidado y rapidez, agazapada a veces…
Por fin salí del edificio, y me quité las gafas y el pañuelo ¡no me había visto la vecina! Ya estaba a salvo.

Comencé mi paseo por la ciudad tranquilamente cuando de pronto divisé un letrero que me llamó la atención:

- “Sabemos poca cosa” detectives.

En ese momento vi la luz, decidí entrar.

Me recibió un caballero de mediana edad, calvo y con bigote.

- Hola mi nombre es Germán, socio de “Sabemos poca cosa” detectives ¿en qué puedo ayudarla?

- Quiero que investigue a un hombre, su nombre es…Culito.














VI Culito: La Gran Mentira.




Sí, sin haberlo premeditado, había dado el gran paso. No se si era la mejor solución, pero la verdad, es que el comportamiento de culito, era muy sospechoso.



La verdad es que tenía un sentimiento contradictorio, y a la mente me venían dos preguntas continuamente, golpeándome como martillos pam, pam: ¿lo que estaba haciendo era inmoral? Y ¿sería capaz de soportar lo que me dijera Germán el detective?



Todo era muy difícil.

Para sentirme un poco mejor decidí llamar a Culito:

- Hola Culito, ¿qué tal estás?


- Uff, me pillas en muy mal momento, ahora mismo estaba poniendo la lavadora…

- Ay, vaya, bueno no te preocupes, cuando termines me llamas.

Viendo que pasaban las horas y que no recibía ninguna llamada de Culito, decidí llamarlo yo misma.

- ¿Si?


- Hola Culito, soy yo otra vez, como hace rato que te llamé…


- Ay, chata, es que estaba mirando como la lavadora daba vueltas, así me aseguro que todo queda limpio de verdad. ¿Tú no lo haces?

- Pues… no…la verdad es que yo la pongo y hago otras cosas mientras lava…


- Vaya, veo que no eres tan concienzuda como yo… bueno, no te preocupes, cuando vivamos juntos yo haré la colada. Bueno, chata, te dejo que tengo que ver como se seca la ropa, las camisas son de muy buena calidad.


- Ya, ya me imagino, bueno Culito, ya hablaremos otro día.


- Vale chata, te llamo.

Vaya, que perfeccionista era mi Culito, cada día estaba más admirada de la Flor de Murcia que tenía a mi lado…¡Qué afortunada, y yo desconfiando de él!


A los pocos días, me llamaron de “Sabemos poca cosa, Detectives”. Me informaban de que tenían información que podía interesarme… y mucho.



Ciertamente no sabía que hacer, ahora me faltaba el valor, como para enfrentarme con la verdad. En el fondo sabía que después de aquella visita nada volvería a ser como antes.

Sólo podía confiar en una persona, así que llame a mi amiga Macaria, ella me acompañaría en estos duros momentos.

Llegamos juntas al despacho de “Sabemos poca cosa, Detectives”. Nos recibió Germán, quien llevaba mi caso:

- Joven amor, Macaria, les ruego que se sienten, la información que expondré a continuación puede herir su sensibilidad.


- Tan grave es, detective, ¿qué es lo que ha averiguado?

- La verdad es que ha sido una labor ardua, ese Culito es más listo de lo que pensábamos. Hemos investigado sus amigos, su lugar de trabajo, e incluso a su perro.

- ¡No sabía que Culito tuviera perro! ¡Vil mentiroso!


- No, Culito no tiene Perro, por eso esa línea de la investigación no nos ha aportado mucha información.

- Vaya, menos mal, que susto…


- Aún así aunque no tenga perro, hemos descubierto que Culito tiene una página web.


- ¿Qué? ¿una página?, pero ¡Cómo es posible!


- Si, una página donde expone esto…


Germán me dio una serie de folios llenas de fotos, decenas que diga cientos de fotos…cuando las vi, Macaria tuvo que agarrarme fuerte de la mano…no podía creer lo que estaba viendo.

Mi amado era una exhibicionista, aquello que pensaba que era solo nuestro era ahora del dominio público. En esa cantidad ingente de fotos lo que retrataba era aquella parte donde la espalda pierde su casto nombre, de todas las perspectivas posibles…
Lo que ensañaba en todas esas fotos era… ¡su Culito!

Cuando vi esto sufrí una ligera bajada de tensión, Macaria tuvo que darme unos golpecitos en la cara para que volviera en sí…

Y Germán entonces me dijo:


- Señorita coja aire, porque todavía queda lo peor … esta es la última foto:


Cuando la ví, me desmayé. No podía aguantar tal humillación.














VII Culito: Dolor sin medida.






Mi Culito era un narcisista, un ególatra de su propia fisonomía, de la zona más íntima de su cuerpo. Y peor aún, mi cálido Culito azul, se encontraba ahora travestido, disfrazado de mujer. Jamás pensé que mis ojos verían espectáculo semejante, esa melena rubia, esos ojos azules, y lo peor…ese pitillo colgando entre los labios…
Todo el mundo, personas de todos los países, de todos los rincones más insospechados del planeta habían sido testigos de tal atrocidad.


Salí aturdida de la oficia de “Sabemos poca cosa, Detectives”. Con lágrimas en los ojos y con el corazón desgarrado.
Macaria, mi fiel amiga, no se separó de mí ni un momento. Me acompañó hasta mi casa, ya que me sentía tan débil, que por mi misma no hubiera podido ni tan siquiera recordar donde vivía. Una y otra vez me venía a la mente la foto de Culito.

Esa imagen que tenía de él, de esa Flor de Murcia, esa locuacidad sin medida cuando recitaba “Mi Culito Azul”, cuando al oído me susurraba “Chata”…todo aquello se había hecho añicos, y ya sólo quedaban los pedazos rotos de una intensa relación…a distancia pero intensa.


Como tenía la mirada perdida, no articulaba ninguna palabra, y un fino hilillo de saliva, comenzaba a aparecer en la comisura de mis labios, Macaria decidió entrar en acción.

- Joven amor ¿te encuentras bien?- me preguntó

- ¡Cómo quieres que me encuentre bien! – grité saliendo de mi letargo- jamás me había sentido tan humillada, pensar que conoces a una persona y de pronto esto….

- No te preocupes amiga todo esto pasará, yo también lo pasé muy mal cuando rompí con “Pepe Manos Frías”.

- Ya, Macaria, pero eso fue, porque él te pidió en Matrimonio, y tú lo rechazaste.

- Sí, tienes razón, aún así a partir de que lo rechazara, comenzó a perseguirme, y a enviarme anónimos. Igual que tú pensé que conocía a “Manos Frías” y estaba totalmente equivocada.

- Sí, la verdad es que tienes razón, no conocemos a quienes amamos. No se que hacer, estoy tan confusa. Mañana viene, y creo que lo mejor es que terminemos cuanto antes nuestra relación, pero por otro lado… lo quiero tanto….

- No te preocupes, ahora mismo voy a llamar a nuestra amiga Clueca, ella seguro que te dará un punto de vista diferente, y sobre todo buenos consejos.


- Sí, sí, llámala cuanto antes, en estos momentos no puedo pensar con claridad…


Transcurridos unos minutos llamaron a la puerta. Cerciorándonos antes, por supuesto, de que no era la vecina, Macaria, abrió la puerta.


- ¡Ay!, ¡Querida!, ya me ha contado Macaria por teléfono todo lo que ha ocurrido…¡Patán!, ¡Ser Inmundo!…y encima que seguro que tampoco deja propina en los restaurantes ¡Rata de Alcantarilla!....

- Relájate, Clueca, -dijo Macaria- estás aquí para animar a nuestra amiga, no para alterarla más de lo que está…

- ¡Ya!, ¡Ya lo sé! ¡Tienes que cortar con él de inmediato!, cuanto antes te alejes de ese gusano mejor, ¿me has entendido?

- Sí, -respondí- es verdad yo no me merezco esto, he sido sincera con él, y en cambio… mira como me corresponde. Mañana viene a hacerme una visita, pero será la última.



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Aquella noche fue muy dura, casi no pude dormir, y como no, tuve pesadillas. Soñé, que salía de mi casa y me encontraba el portal empapelado con fotos de Culito, me ponía las manos en la cabeza y gritaba:

- ¡No Dios mío! ¡No!


En ese momento aparecía la vecina con la foto del maquillaje y se dirigía a mí con tono irónico diciendo:


- ¡No sabía que tu novio fumara! ¡JA, JA, JA, JA!

¡Qué horror! Por suerte el sol de un nuevo día me despertó y pude respirar aliviada.


Ese era el día en que llegaba Culito. Me arreglé, e intenté serenarme lo más que pude…no quería que Culito sospechara que lo dejaba porque lo había estado espiando, ya que en el fondo sabía que aquello había estado mal.

Llamaron a la puerta, era Culito que venía a verme. Abrí.

- Hola Chata, ¡Felíz Día de San Valentín!

- Hola Culito…, no me acordaba de que hoy… fuera San Valentín…

- Bueno, es que San Valentín, ya fue, pero como no nos hemos visto… tu Culito, te ha traído un regalo.

- No, Culito, espera, antes tengo que hablar contigo…


- No, Chata…, ya sé que no te has acordado, pero no importa, ¡ábrelo!

- No…, Culito…es que tengo que decirte…

- ¡Ábrelo, Chata!

- Esta bien..., lo abro…


Cual no fue mi sorpresa, cuando al abrir el paquete descubrí, ante mis ojos, “La Barriguita China”, el modelo del año 83 que tanto había deseado.


- Pero Culito, como sabías que a mi….

- Bueno, Chata…el amor… Es la auténtica, “Barriguita China del año 83” una pieza de colección.

- Oh Culito…pero esto te ha debido costar una fortuna…

- Nada comparado con lo que tú vales para mí.

La verdad es que no sabía que hacer. Este gesto de Culito, me había llegado al corazón. En definitiva, lo que importaba eran sus actos. Internet, era sólo una ficción y esta era una clara prueba de que me amaba. Con lo que a mi me gustaban las Barriguitas…eran mi gran pasión.

Realmente, yo también me había comportado de forma mezquina. Lo había espiado, y eso no era digno de alabanza.


- Bueno, Chata, y qué es eso tan importante que me ibas a decir…

Dudé mucho, no sabía que responder…pero al final cogí aire, y aún sabiendo que me equivocaba respondí:


- Te quiero Culito.















VIII Culito: La Culpa.




Otra vez había partido, otra vez estaba sola, y con un extraño sentimiento, entre desconfianza y miedo. Entre el bien y el mal, ¿había hecho lo correcto? No lo sabía, estaba tan confundida…seguía con Culito. ¿Eso era bueno o era malo? Miraba el cielo, los pájaros, los árboles…que bien me sentaría salir para calmarme un poco…
¡Ah ya se! Llamaré a mis amigas Macaria y Clueca, para dar un paseo y respirar aire puro, porque en mi apartamento olía mucho a “Tabaco”.

Nos encontramos las tres sobre las 7 de la tarde. Era agradable un poco de distracción. Habíamos decidido dar un paseo por el parque, ciertamente, es que hacía tan buen día.

Comenzamos a hablar, y lo peor fue cuando les tuve que contar la verdad, que no había dejado a Culito:

- ¡¡¡QUÉ!!! – dijo Clueca- no me puedo creer lo que me estás diciendo… que sigues con ese…venga joven amor…yo no sería capaz, cada vez que lo viera, me vendría a la mente la imagen del Culito maquillado, no te entiendo, la verdad es que no te entiendo.


- Venga Clueca, no seas tan dura con ella-respondió Macaria- la pobre ahora mismo está desquiciada, ha perdido la razón. Ja, ja.


- Vamos chicas, sois conmigo muy duras, - continué yo- es que me regaló la Barriguita China, ya sabéis esa que me gusta tanto, le ha debido de costar una fortuna.


- Seguro que es falsa – dijo Clueca.


- O robada –apostilló Macaria.


- O ambas cosas –concluyó Clueca. (qué malas eran mis amigas pensé para mi misma)


- Pues que sepaís que no, que la Barriguita es buena, y lo sé, a mi nadie me engaña. Esa Barriguita no es una falsificación. Lo se, me lo dice mi cabeza, con años de experiencia viendo Barriguitas, y mi corazón, que aún ama a Culito desde lo más profundo de su ser.


- ¿De verdad sigues queriendo a Culito igual que antes? – me preguntó Macaria- si eso es así no me lo puedo creer.


- Bueno-respondí- tengo como una espinita, ya sabes por lo del Culito Maquillado… que de no ser por vosotras… y vuestro apoyo… hubiera necesitado ayuda psicológica… pero es que yo fui muy mala, al desconfiar de él y enviar un detective para que lo investigara. Me siento tan rastrera, ¡cómo pude desconfiar de él!, ¡cómo me he comportado de esta manera tan reprochable! – continué mientras me tiraba de lo pelos…


- ¡No Joven Amor! ¡No te tires de los pelos! ¡Por dios! ¡Que te vas a quedar Mocha!-me gritaba Clueca.

Escuchando estas palabras, dejé de tirarme de los pelos, y fue en ese mismo momento, cuando pensé, que quizás, debía relajarme y mantener la compostura, más que nada, por las madres con sus hijos, que paseaban por el parque, y no apartaban la vista de mi.

De repente, sin saber como ni cuando, se nos hizo de noche. En ese momento decidimos finalizar aquí nuestro paseo y nuestra conversación sobre Culito.

Comenzamos a dar vueltas, pero no encontrábamos la salida…

- Macaria, Clueca, siento deciros, que nos hemos perdido.


- ¡Qué! ¡pero no decías que conocías el camino de vuelta! – dijo Clueca.


- Sí eso creía-le dije- pero el parque es más grande de lo que pensaba, y no se como salir.


- ¡Qué fatalidad!-dijo Macaria- Me voy a perder mi programa de radio preferido, sí, ese en el que llaman los oyentes y un psiquiatra les aconseja…cómo se llama…


- ¡La hora de los locos! –dijo Clueca.


- ¡Sí!, eso es, a mi también me encanta-dije- un día a lo mejor llamo para contarle mi problema con Culito… no sé…


- Bueno Chicas- me interrumpió Clueca- basta ya de tonterías, nos hemos perdido en el parque, no se ve nada, absolutamente nada, y debemos encontrar una solución.


- ¡Ahh!-grité de pronto- Ya lo tengo, voy a llamar a mi amigo Igórigue, que vive por aquí seguro que el puede ayudarnos.

Busqué en mi bolso, saqué mi móvil y me dispuse a llamarlo:

- ¿Igórigue?, hola, soy Joven Amor, sí…, sí…, la receta de los pimientos…, sí, muy buen acierto añadirle un poco más de…sí, muy bien…escucha, que no te llamaba para eso. Es que nos hemos perdido en el parque, sí…., en ese. ¡Qué estás al lado…estupendo! No Igórigue, no se ve el cielo, pasa una nube, no nos podemos guiar por las estrellas.


- Venga chicas –me dijo Igórigue- no os preocupéis, voy a tocar mi ocarina, y siguiendo el sonido llegaréis hasta mí.


- Fluuuuuuuuuuuuuuu, fluuuuuuuuuuuuuuuuuu, fluuuuuuuuuuuu.


- Ya escuchamos, sí, por allí, por allí- dijimos.


- Seguid el sonido, seguid el sonido- recomendó Igórigue.


- ¡Ah! ¡Cielos! Pero si ahí hay alguien- dije yo.


- Sí, si, un viejo… pero un viejo con joroba… -comentó Clueca intrigada.


- Sí, es un viejo jorobado y harapiento…- añadió Macaria.


- ¡No se acerque!- grité-, ¡no se acerque!, ¡quiere atacarnos!, no…


- ¡No te dejes!-gritó Macaria-,¡Clueca, no te dejes!


- ¡¡Huye!!, !!Joven Amor, huye!!, ¡¡cada vez está más cerca!!, ¡¡Sálvate tú por lo menos!!


- ¡¡¡Lo tengo muy cerca!!!-dije- ¡¡¡¡¡¡despediros de Culito por mí!!!!!!…¡¡¡¡NO!!!!.

En este momento, me desmayé.

Cuando me desperté estaba ya en mi casa con mis amigas e Igorigue.
- Chicas- pregunté-¿y el viejo jorobado y harapiento? Os atacó, ¿como conseguisteis hacerle frente?.


- Ah, nada-respondió Clueca- resultó que era solo un arbusto.


- Clueca y yo-continuó Macaria- te cogimos, y siguiendo el sonido de la ocarina te llevamos a rastras hasta la entrada del parque. Luego, Igorigue nos ayudó a subirte a casa.


- Gracias, muchas gracias a todos- les dije- hoy por primera vez he visto la muerte, y por suerte, finalmente resultó que sólo era un arbusto.

Ocarina de plástico, usada por Igórigue para salvarnos.

Continuará...